miércoles, 19 de septiembre de 2012

"De la cuna a la tumba" el sueño olvidado del Estado de Bienestar

Sin palabras.
Los titulares no pueden ser más desoladores.  Como si se tratara de la realidad de países en desarrollo enfrentados a las recomendaciones del FMI o del Banco Mundial, hoy  la situación de Europa sorprende. Recortes al gasto social, eliminación de beneficios,  aumento del desempleo y del IVA, salvamento de bancos...  Millones de ciudadanos ven cómo se aleja el sello que por años acompañó la sociedad de sus padres, el sello del Estado de Bienestar.    No es solo la realidad de los estigmatizados países desordenados y díscolos del sur: Portugal, España, Italia y Grecia;  también las sociedades de Inglaterra, Francia y Alemania temen un futuro incierto.  Por Europa se expande el virus de la incertidumbre y la indignación por el mal manejo que por años han hecho sus gobiernos de la riqueza nacional.

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La protesta es pan diario. El descontento se desliza  inevitablemente de un país a otro. Algunos de los titulares dan cuenta de la realidad:  "La austeridad asfixia. Se mantienen los recortes. Una año más para cumplir con las exigencias fiscales. El gobierno impone una baja de salarios. Se aumenta la edad para la jubilación. Se reducirá el monto del paro.  El desempleo en sus máximos históricos. Cientos de pequeños negocios cierran.  La primera generación que vivirá peor que sus padres. Los médicos paralizan el sistema sanitario en contra de los recortes. La recesión se acentúa. ¿La educación y el trabajo para qué?" Estos son algunos de los titulares en la prensa europea, temas que se discuten en la BBC, la Deutsche Welle, en el diario El País, en Universidades y centros académicos...   ¿Incapacidad o falta de voluntad de los gobiernos?  Esa es la pregunta que se hacen miles de ciudadanos en las capitales europeas.  Es la misma pregunta con la miden y clasifican a los gobiernos de los estados menos exitosos, los llamados estados fallidos.   Por supuesto, mucho hay de Angola a Portugal; de Latinoamerica a España o Italia, sin embargo, estos países y regiones poco atractivos en el pasado se han vuelto -increiblemente-  una opción para profesionales y jóvenes europeos que no ven en sus sociedades las oportunidades del pasado.

La red de protección social tiene una larga historia.  La preocupación por los más pobres - atención: los más pobres-  ocupó la atención de parroquias en la Europa del siglo XIV, se financiaba con los diezmos, legados o pequeños aportes locales, se asistía a quienes eran miembros de la comunidad y que no estaban en condiciones de trabajar por alguna incapacidad o accidente. De aquellos tiempos el tema evolucionó hasta la época de  Bismarck quien buscaba un capitalismo con justicia social como contrapeso a los movimientos socialistas de auge en la segunda mitad del siglo XIX. Así, instauró el sistema de aseguramiento para los asalariados que cubría los riesgos por enfermad, accidentes de trabajo, invalidez y vejez.  Fue una política inteligente para evitar que las masas de trabajadores fueran seducidos con promesas socialistas.  El sistema, no obstante el avance, dejaba por fuera a quienes no accedian a un trabajo: los más pobres - no se consideraba pobre a quien tenía un salario-.  Pronto la sociedad se darían cuenta que el sistema era insuficiente, y que aún un asalariado podría encontrarse en un nivel menor a la sobreviviencia.    Lord Beveridge, economista inglés, hizo el cambio. En la Inglaterra de 1942 propuso un sistema de aseguramiento de carácter integral, universal y solidario. Un sistema que protegería "desde la cuna a la tumba" a todos los ciudadanos.  Su propuesta tomó fuerza al final de la Segunda Guerra Mundial.  Así nació el llamado Estado de Bienestar. Su principio fundamental fue el universalismo, la seguridad social como un derecho de todos, no solo de los más pobres.  Pronto los países democráticos de Europa Occidental siguieron el ejemplo y ampliaron los beneficios a subsidios, educación, vivienda, atención especial para los niños, cultura y deporte. Se hacia realidad el sueño de Lord Beveridge de atacar "los cinco grandes males de la sociedad moderna: la indigencia, las enfermedades, la ignorancia, la suciedad y la ociocidad".  El modelo se desarrolló con éxito y fue la envidia del mundo, ni las comunistas Unión Soviética o China, ni los Estados Unidos podían mostrar un modelo tan completo, igualitario y eficiente.  ¿A donde se fue ese sueño?


Cuerpo (s) de Bomberos de Madrid ante el anuncio de los recortes para su departamento.

 El principo del universalimo está en entredicho.  ¿Bienestar para todos? ¿Llegó el momento de focalizar en los más pobres?  El sistema de protección europeo está hoy haciendo agua, se hunde ante el incontenible desarrollo del capitalismo -amparado por el Estado-; la globalización, y el costo del modelo.  

La crisis económica que no deja de ser noticia en el mundo se debe, según los expertos, a un mundo sin restricciones para el mercado, mercado que es eficiente, pero a la vez injusto.  Mercado que deja como resultado que, en palabras de Joseph Stiglitz "... seis herederos de la cadena norteamericana Walmart posean casi 70.000 millones de dólares, lo que equivale a la del conjunto del 30% de la sociedad estadounidense con menos recursos".  Este mismo mercado sin freno ha debilitado también a las sociedades europeas. Alemania -el ejemplo de Europa- muestra en su más reciente informe de pobreza un dato para el debate: El 53% de la riqueza del país se encuentra en manos del 10% de la población.   La concentración de la riqueza ya no es terreno exclusivo de los llamados Estados Fallidos o en proceso de desfallecer.  La desregulación de mercados ha afectado también la legitimidad del sistema democrático. Del concepto de una cabeza-un voto, se ha pasado a un dolar-un voto, tema expuesto por el politólogo italiano Norberto Bobbio hace ya años, y que retoma Joseph Stiglitz en su entrevista al Diario El País, "un dolar-un voto" debilita el sistema democrático.  El Estado como deudor del Capital se aleja cada día de su base de legitimidad, la sociedad. 


Quino... ¡eterno!

Otro fenómeno que hirió el sistema de bienestar europeo fue la globalización. En artículo publicado en 2006, Hans Wermer Sinn, profesor de economía de la Universidad de Munich, recordaba que el crecimiento del desempleo por el auge de las economías con mano de obra barata en Asia, Europa del Este y en las ex-repúblicas soviéticas, un atractivo para los inversionistas, presionaría el sistema.  Los trabajadores menos competitivos y productivos de Europa sufrirían el impacto. Así fue.  El subsiguiente crecimiento del desempleo impondría altas cargas al presupuesto estatal,  llevando al Estado de Bienestar a una situación crítica. El académico se muestra contrario a promover el pago de prestaciones o subsidios por no trabajar, ataca el subsidio de desempleo por costoso y por contraproducente.  Salarios por no hacer nada... un circulo vicioso; el ideal sería  brindar complementos salariales, promover el trabajo aunque no pague los suficiente, el Estado se encargaría de ponerlo a un nivel aceptable de subsistencia.  ¿Más costoso? Quizá pero garantizaría una vida laboral responsable y con ello un mínimo de dignidad para miles de jóvenes y adultos que buscan una oportunidad para su futuro.  El rescate al sistema financiero y la reducción de impuestos al gran capital es la otra fuerza que mina al Estado de Bienestar.


Los ingresos estatales se han vuelto insuficientes. Los estados europeos, al parecer, vivieron por encima de su capacidad y hoy deben pagar la cuenta.  Por ahora se estigmatiza a los países mediterráneos, llevan La Letra Escarlata de la verguenza.  Para algunos es la herencia cristiana y la poca ética de trabajo la razón de los pobres resultados en la gestión pública de los estados del sur de Europa; otros miran con recelo a Alemania -quien atraviesa sus propios problemas de menor calibre-, aseguran que su inflexibilidad está ahogando al resto. La verdad es que la  soga está al cuello y el riesgo de mayor devaluación de la sociedad llega ya a  los límites, la clase media el pilar de la sociedad se enfrenta a la incertidumbre.  La ruina, la humillación y la desesperanza recorren europa.   

Sin palabras


El estado de bienestar está en estado crítico, en su misma cuna se pone en entredicho. El Ministro de Finanzas inglés rechazó públicamente el concepto del "universalismo". Una herejía para los creyentes en el Estado de Bienestar.  El ministro expresó que el 42% de los subsidios a la niñez se destinan a las familias de clase media y de ingresos altos. Algo que ya no se puede sostener en Inglaterra, ni en otros estados europeos.  Triste noticia para las generaciones futuras, para la clase media.

Vale la pena recordar los objetivos primigenios del  sistema: redistribuir y sostener ciertos niveles de consumo,  crear valor social bajo un capitalismo con justicia social... ¿Sueño posible en el siglo que vivimos?  Ante los hechos y cifras gubernamentales  vuelven preguntas que ya inquietaban a gobernantes del siglo XIV y que se creían superadas:  ¿Cuáles son los mecanismos para financiar las instituciones encargadas de la protección? ¿Cómo identificar a las personas que se les debería dar dicha asistencia? El panorama presenta un enorme reto para gobiernos y sociedades.  

Se espera que la política europea resuelva de manera acertada la encrucijada, recupere la legitimidad en su pueblo y menos en la gran empresa;  para que así el  Estado de Bienestar - o algo de él-  siga siendo el sello europeo y el sueño, la meta, de los ciudadanos del mundo.

¿Un sueño acabado? 
Welfare State: Europe´s Economic Argamedon


Fuente: CBN News. Paris




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